La ciudad industrial trajo consigo la proliferación de viviendas hacinadas para albergar a la multitud de obreros que venían del el campo a la ciudad en busca de trabajo y de mejores niveles de subsistencia.
Surgidas a mitad del siglo XIX, estas ciudades crearon una serie de problemas que, unidos a los que surgieron posteriormente, en especial el crecimiento desmesurado de los núcleos urbanos, han llevado a los arquitectos, urbanistas, planificadores y gobernantes a diseñar ciudades un poco más racionales y humanas.
Es cuando la introducción de nuevos materiales como el cemento, el hierro y el cristal determinaron el nuevo reto constructivo propio de la revolución industrial. Las fábricas, las minas y el ferrocarril, estimularon la formación de nuevos núcleos urbanos que dieron al traste con los conceptos tradicionales del urbanismo. Y la superpoblación de las ciudades industriales, se unió la deficiente planificación constructiva, insuficiencias infraestructurales y una creciente contaminación ambiental.
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